domingo, 14 de marzo de 2010

Las horas que nunca pasan, las cosas que ya no están. Te encuentro entre los disparos, que esquivo en la soledad.
Cuidado con esas ganas de hacerme sentir peor, que yo no elegí el camino, ni elijo perderte a vos. Recreo del alma vieja, capricho de la ilusión. Las sombras que viajan solas, no saben vivir mejor, ya sé que en las noches largas, sin norte y sin solución te abraza cualquier extraño y está mas cerca que yo. Jamás te olvides que el viento, que sopla de la estación promete que las fronteras no están en el corazón. Me voy pero nunca vuelvo, que es como morirse acá, mientras cuelgo algunas botas que nunca he aprendido a usar. 
Que tengo la risa muerta, que ha muerto mi claridad, que sigo cantando solo y así me quiero quedar; si así nos quedamos todos, al principio o al final el viaje no cuesta tanto, lo que cuesta es regresar. Te miento si digo nada, te miento si estoy acá. Te miento es que siempre miento, y eso ya no va a cambiar, recuerdo de donde vengo, que es mi única verdad, lo demás que lo mienta el viento, cuando deja de soplar. A veces me pongo viejo, corriendo a la juventud, a veces duele el aliento y se pierde entre la virtud de haber regalado el mundo a quien no lo quiso ver y en cada verano cierto me lo viene a devolver. Tiritan los sordos ojos, se muestran a gusto acá que a nadie le importa nada, lo que viene y lo que va. Recuerdo tu llanto fácil, la voz del fondo del mar, canciones que nacen solas y se van igual en paz. Mentira que el rumbo es claro, mentira que ayer lo fue, los ojos se cierran solos, si no hay nada para ver, terreno en la ruta buena, y el timbre no suena mas ni espejos ni oídos sordos, ni vueltos para contar. Se corren los maquillajes, ya no queda que fumar.

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